La unidad de España y la división territorial
La Constitución española
Con su aprobación el 6 de diciembre de 1978, los principios impulsados por el franquismo y los pilares de su proyecto político quedaron impresos en las bases de la Constitución española. En Hego Euskal Herria, la Constitución de 1978 contó con un 51% de abstención y sólo uno de cada tres votos emitidos fue favorable. La división institucional entre los territorios de Hego Euskal Herria fue, una vez más, cuestión de Estado, que recurrió tanto a la represión como a estrategias de cooptación para imposibilitar cualquier articulación de un marco autonómico común. Así, Nafarroa Garaia y al resto de territorios fueron separados fácticamente, sin ningún tipo de consulta o participación popular, buscando superar la fuerza centrípeta lograda por la lucha antifranquista. En 1979 se aprobó el Estatuto de Gernika para tres territorios (Araba, Bizkaia y Gipuzkoa). En cuanto a Nafarroa Garaia, el ministro de la Gobernación, Martín Villa, dictó un real decreto por el que se liquidaba el régimen de 1841 y se sentaban las bases para el Amejoramiento del Fuero de 1982. En las sesiones celebradas para dar a todo aquello apariencia de negociación se excluyó a los partidos y representantes abertzales: el Amejoramiento Foral nunca fue ratificado en referéndum.
En el marco de la Constitución española, los estatutos de autonomía se desarrollaron bajo la lógica del “café para todos”. Aunque en un principio se iba a elaborar un estatuto único para el conjunto de Hego Euskal Herria, finalmente se impuso la división territorial. Además, Nafarroa Garaia fue el único territorio en todo el Estado que no votó su estatuto de autonomía. La división territorial fue una estrategia política encaminada a garantizar la unidad de España. Euskal Herria no apoyó la Constitución, para lo cual fueron elementos clave la abstención del PNV y el rechazo de KAS.