Necesidad de desatar el nudo
Reflexión tras 50 años
Cinco décadas después, resulta evidente que la transición fue una oportunidad perdida. El Estado español vive una crisis estructural permanente, ya que la reforma política se hizo a imagen y medida de su impulsor: el régimen franquista. En lugar de un pacto entre iguales, y más allá de la ruptura con el Estado franquista, fue una especie de aggiornamento a la medida de las élites políticas y económicas, que necesitaban aparentar un cambio. Dicho de otro modo, se produjo una apertura del Estado franquista por medio de la reforma democrática. A falta de una verdadera ruptura con el franquismo, lo que se hizo ha tenido una repercusión evidente en las últimas décadas: mantenimiento del poder por parte de las élites franquistas y conservadoras; democracia de baja calidad; infradesarrollo del estado de bienestar; negación del carácter plurinacional del Estado; concepción de la política como tarea de las élites de los partidos, etc.
La nueva estructura política surgida de la transición se basó en la unidad de España y en los intereses de la oligarquía, poniendo en marcha el modelo organizativo que conocemos como régimen del 78. En cuanto a Euskal Herria, los derechos que nos corresponden como pueblo (reconocimiento nacional, derecho a decidir…) siguen negados. A pesar del desarrollo de los estatutos en las décadas siguientes, nuestra soberanía es limitada. Y la división territorial continúa en la actualidad.
Por lo tanto, 50 años después, en Euskal Herria sigue siendo central la lucha por nuestra soberanía, por el reconocimiento de Euskal Herria como sujeto y por el derecho a decidir. El reconocimiento de los derechos de Euskal Herria puede ser el punto de partida para un proceso que implicaría la ruptura con el franquismo.
Nuestro pueblo, al igual que muchos sectores y fuerzas demócratas y antifascistas del Estado español, prefería la ruptura. Esa opción no era una utopía, sino una oportunidad histórica que fue impedida por la fuerza. 50 años después, no estamos en la misma situación que entonces, pero las carencias democráticas no se han superado: en el Estado español no se reconoce la diversidad nacional, las decisiones sobre la economía y el modelo social no se toman democráticamente, las ideas se estigmatizan y se reprimen, y nunca ha habido una ruptura firme con el fascismo.
Quisieron dejarlo todo atado y bien atado; pero Euskal Herria no está atada, sino viva, luchando y en marcha. ¡Franco murió, pero Euskal Herria no!